lunes, 18 de mayo de 2015

Principio de los objetos demasiado bien escondidos. Especial móviles

Si escondes algo en un sitio tan rebuscado que crees que nadie lo va a encontrar, lo más probable es que tú tampoco lo encuentres cuando vayas a buscarlo.

A esta conclusión he llegado tras sufrir en carne propia y en varias ocasiones un suceso como el que relataré a continuación. Por suerte o por desgracia en este caso se pudo localizar, (el objeto era un móvil) gracias a una utilidad poco conocida que explicaré detalladamente, por si a alguien le interesa.

Desde que estos maléficos aparatos (los móviles inteligentes) se han apoderado de gran parte de nuestras vidas, las relaciones familiares, especialmente entre hijos y padres, ya de por si complicadas desde el principio de los tiempos, se han  visto afectadas de una manera notable. Desde luego no es culpa de los niños y jóvenes, que han nacido con un dispositivo mágico entre las manos que supera en un millón de veces lo que el más visionario y caprichoso de los que fuimos niños hace 40 años hubiera llegado siquiera a imaginar.

Con estos antecedentes, las restricciones en el uso del móvil a los hijos se han convertido en lo que hace unos años era racionar las horas de ver la tele o de jugar a la DS, ocupaciones ya cada vez más residuales para los chavales. Resumiendo, que lo de que "te voy a quitar el móvil hasta fin de curso" ó  "si no estudias para días entras en el wasap", etc. etc., se ha convertido en una cantinela habitual, sospecho que no sólo en mi casa.

El asunto es que como la medida de dejar el móvil encima de la mesa del salón no suele ser suficiente para disuadir de su uso, en los periodos de restricción o castigo lo que hacemos normalmente es esconderlo en el cajón de la mesilla, bajo la almohada, o en algún otro sitio digamos "normal". El problema llega cuando a los hijos les cuesta menos encontrar su juguetito que a nosotros las llaves antes de salir de casa. Luego empiezas a buscar sitios un poco más difíciles: inútil, porque se llaman desde el fijo o desde otro móvil y aunque lo tengan en silencio, porque los jóvenes siempre lo tienen en silencio, oyen perfectamente la vibración y lo encuentran en un pis pas en cuanto sales por la puerta.

Lo de esconder demasiado bien las cosas es tan peligroso como elegir una contraseña supercomplicada. Cuidadín con estos temas.

Entonces llegamos a la fase final y le decimos a nuestro hijo o hija adolescente: "Te voy a esconder el móvil pero le voy a quitar el sonido y la vibración. ¡A ver si lo encuentras ahora!" Y aquí es donde llegamos al principio expuesto arriba. Efectivamente. No lo encuentra. Ni él ni nadie.

Llevábamos dos días buscando el dichoso móvil por toda la casa. Entonces es cuando te das cuenta de la cantidad de cosas prescindibles que guardamos en cajones, estantes, armarios y demás recovecos. Pero ese es otro tema. El móvil estaba encendido pero al permanecer en  absoluto silencio no había manera de encontrarlo. Ya al tercer día de búsqueda, resignados ya a la ridícula situación de tener que comprar otro, teniéndolo en casa, se me ocurrió buscar en Google.  Después de varios intentos infructuosos di con la solución:

Se puede hacer sonar un dispositivo Android aunque esté en modo silencio total siempre que esté encendido, conectado a datos o a la  wifi y tenga algo de batería. Parecen muchos requisitos pero en nuestro caso, milagrosamente funcionó. Solo hay que entrar en Google Play con la misma cuenta de google del móvil desde un ordenador cualquiera o desde una tableta. Entonces pulsamos el botón de ajustes y abrimos el "Administrador de dispositivos": nos aparecerán los aparatitos activos con esa cuenta. Como lo habitual es que no tengamos activado el GPS (en casa tampoco nos serviría de nada) la opción que nos interesa es la de "Hacer sonar".

Esta curiosa y poco conocida utilidad de Google Play nos puede sacar de algún apuro.

¡Y voila! El cacharro se puso a sonar a toda pastilla. Estaba en el cajón más escondido, entre las bufandas de invierno.