miércoles, 23 de enero de 2013

Mystic River

Río Ebro en Zaragoza. Punta de la crecida con un caudal de 1800 metros cúbicos por segundo
Esta mañana el río Ebro mostraba el magnífico aspecto que se puede ver en la fotografía de arriba. Un espectáculo digno de ver. Hace 6 años que no se veía una riada de esta envergadura. Aun así, el caudal no ha alcanzado el límite de los 2000 metros cúbicos. Lo que quiere decir que no se ha salido de su cauce, según la legislación vigente.

Por mucho que intentemos confinarlo, cuando el río crece de verdad, de poco sirven las débiles barreras con las que intentamos defendernos de la fuerza de sus aguas. En esos momentos el río  vuelve por sus fueros. A por lo que ha sido, es y será suyo. Y le trae sin cuidado lo que esta insignificante y desquiciada civilización pueda perpetrar para intentar doblegarlo. Para él solo habremos  sido lo que para nosotros es un simple resfriado.

viernes, 11 de enero de 2013

El corredor fantasma

Hace un mes más o menos me paso una cosa realmente curiosa mientras corría por el parque del agua.



Había sido una semana bastante aciaga en la que, por una cosa o por otra, no había salido a entrenar ni un solo día. Para rematar la faena el viernes fuimos a cenar a casa de unos amigos que nos agasajaron con una parrillada de carnes a la brasa  a base de chorizo, morcilla, longaniza, panceta, etc, etc. No soy de los que quedan mal cuando se les invita a cenar, así que  me comí al menos una ración de cada, de tamaño regular. Algo salvaje.

El sábado por la mañana mi mujer y yo nos fuimos a correr un rato para intentar paliar de alguna manera las secuelas de la noche anterior. Pero es que el domingo también estábamos invitados a comer a casa de otros amigos, por lo que decidimos salir a correr también ese día. Esta vez fuimos por separado porque ella prefería  llevar un ritmo más tranquilo.

Total que a eso de la una del mediodía me tiré a la calle dispuesto a hace mi circuito habitual por la margen derecha del meandro de Ranillas. Hacía una buena mañana. Llegué hasta el puente del tercer milenio y me di la vuelta  rumbo a casa. A esas horas, ya sería la una y media, apenas quedaba nadie paseando por allí, y menos corriendo. En esas fechas todavía no había enviado mi Garmin a la casa por lo de la correa, así que iba sin reloj de lo más relajado. Hasta que lo vi  unos metros delante de mi.

Era un tío más o menos de mi edad y corría con un chandal tipo Rocky de algodón gris. Tenía una forma de correr poco ortodoxa, de esas que parece que van sufriendo una barbaridad. Ahí está mi presa, me dije mientras aceleraba un poco el ritmo para darle caza. No me costó mucho adelantarle, pero noté que cuando me puse a su altura incrementó un poco el ritmo. Ya delante de él me puse a tirar un poco con el fin de dejarlo atrás y así relajarme ya en lo que me quedaba hasta casa, que serían unos 4km.

Pero el tipo debió picarse, porque le oía resoplar detrás mío a pesar de que yo no había aflojado el ritmo de adelantamiento. No era cuestión de dejarme pasar a estas alturas, así que decidí echar el resto. Me puse a tirar a ritmo de carrera. Si quería pelea la tendría. Quedaban apenas 2km para llegar a casa y no conseguía despegarme de él. No me atrevía a mirar para atrás. Faltaba solo un km para el puente de la autopista. Allí el camino hace un quiebro en subida y podría verle la cara.

Llegué resollando a ese punto, y cuando volví la mirada desde el puente, no había nadie. Ni cerca ni lejos. Todo el camino estaba desierto. Me quedé perplejo. ¿donde se había metido el tipo del chandal gris?

Mientras recuperaba un poco el aliento empecé a darle vueltas a lo que me había ocurrido. Nunca me había pasado algo así. Tiene huevos la cosa. Casi reviento, por picarme con un fantasma.