El día 30 de noviembre de 1929 nació mi padre. Haciendo cuentas resulta que ayer cumplió 81 años. El sábado pasado fuimos juntos a Sallán y le compré como regalo de cumpleaños unas discretas y cómodas zapatillas Paredes que le iban de primera. Mi padre es un gran andarín.
En esta foto tendría unos 20 años. Era la foto oficial que enviaba a sus novias. Hoy todavía la lleva en la cartera. Si alguien me hubiera hecho un retrato así lo tendría como imagen en mi perfil de facebook. Pero ahora ya no hay fotógrafos como los de antes. Y aunque los hubiera, tampoco sabría posar como lo hizo mi padre ese día. Y además tampoco tengo cuenta en facebook. Igual algún día le pido permiso, o no, y me abro una cuenta con su foto. Luego abriría otra cuenta con mi verdadero yo y me haría amigo suyo.
En esta foto tendría unos 20 años. Era la foto oficial que enviaba a sus novias. Hoy todavía la lleva en la cartera. Si alguien me hubiera hecho un retrato así lo tendría como imagen en mi perfil de facebook. Pero ahora ya no hay fotógrafos como los de antes. Y aunque los hubiera, tampoco sabría posar como lo hizo mi padre ese día. Y además tampoco tengo cuenta en facebook. Igual algún día le pido permiso, o no, y me abro una cuenta con su foto. Luego abriría otra cuenta con mi verdadero yo y me haría amigo suyo.
A mi padre le gustaban las motos. Y se le daban bien. Una vez ganó una carrera en Tierrantona y le dedicaron la siguiente coplilla:
Actividad en la curva
Velocidad en la recta
Ha confirmado Ramón
Ganador con la Montesa
La última moto que tuvo, ya tenía el 124, fue una Ossa de pequeña cilindrada. Recuerdo que le pinte el depósito, a brocha, con la bandera americana. La llamaba "la Harley". La destrocé haciendo motocrós en la huerta Maza.
Una de las historias que siempre le pido que me cuente, sobre todo cuando le acompaño en alguna de sus caminatas, es la de cuando estuvo hospedado en una pensión del Tubo en Zaragoza. Tenía el trabajo mas alucinante que uno pueda imaginar: trabajaba como chofer de un agente de seguros. Pero lo curioso del caso es que el vehículo que conducía no era un coche. Era una vespa. Y el agente de seguros tenía la particularidad de que era enano. El hombre, con su trajecito impecable, viajaba de pié agarrado al manillar entre los brazos de mi padre. No me cabe ninguna duda de que si Buñuel o Berlanga, por ejemplo, hubieran presenciado tan singular escena la habrían incluido ipso facto en alguna de sus películas. Puro neorrealismo.